Un año con el káiser: así eran la vida y la corte de Guillermo II de Alemania


A lo largo de su vida, el último emperador recibió el apodo de Reisen-Kaiser (el emperador viajero) debido a su afición por los viajes, pero también por su peripatético estilo de vida que le hacia trasladarse de un palacio a otro. El historiador Enric-Eduard Giménez nos ayuda a descubrirlo. Ver entrada para suscribirse al boletín…

Un año con el káiser: así eran la vida y la corte de Guillermo II de Alemania

A lo largo de su vida, Guillermo II recibió el apodo de Reisen-Kaiser (el emperador viajero) debido a su afición por los viajes. De hecho, fue uno de los primeros soberanos en visitar Oriente Próximo. Pero también por su peripatético estilo de vida que le hacia trasladarse de un palacio a otro.

(*) El autor es historiador. Estudió historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona y ahora ha terminado un máster en gestión de museos y patrimonio en la Universidad Complutense de Madrid. Realizó sus prácticas en el Palacio Real de Madrid. Actualmente es autor del Blog Noches Blancas y de Patrimonio de la Corona, dedicados a la historia y el arte en época moderna y contemporánea. Puede seguirlo en Instagram.

Cómo era el día a día del último káiser

Inicialmente, Guillermo II intentó emular la estricta rutina que seguía su amado abuelo Guillermo I. Se levantaba a las 8 de la mañana y tomaba el café mientras trabajaba. Los lunes, miércoles y sábados a las 11, el jefe del Gabinete Civil venía a entregar sus informes (Vorträge), la reunión duraba entre hora y hora y media. Los martes, jueves y sábados, era el turno del jefe de Gabinete Militar, la reunión se alargaba dos horas.

A la una en punto almuerzo, al que Guillermo I dedicaba poca atención. La tarde se dedicaba a más trabajo, audiencias y un pequeño paseo en calesa. Antes de las 8 cena, luego teatro hasta las 9 y a continuación conversación con miembros del séquito y académicos sobre temas no controvertidos. A las 11 todo el mundo se retiraba a la cama. Pocos eventos alteraron este horario durante los 27 años de reinado de Guillermo I.

El Salón del Káiser en el Hofzug (Tren Imperial). FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II mantuvo el esquema de los Vorträge inalterado en un principio. Los ministros escribieron más tarde que el Káiser les recibía amablemente pero con su habitual ansiedad y que no dejaba de mover y tocar objetos de su escritorio durante las reuniones. Sus preguntas eran inteligentes, pero usualmente dispares y sobre cuestiones secundarias que alargaban la reunión más de lo habitual. El káiser salía psíquicamente agotado de estas reuniones, y como resultado se fueron reduciendo en cantidad y duración.

Asimismo el estilo de vida frenético de Guillermo II dificultaba la planificación de las reuniones que usualmente se veían reprogramadas de un día para otro y que frecuentemente tenían que realizarse mientras Guillermo viajaba en coche, tren o barco.

Hacia 1910, la jornada del Káiser era muy distinta a la del metódico Guillermo I. Se levantaba entre las 9 y las 10 de la mañana y tomaba un copioso desayuno de tres platos, luego venía un largo paseo a caballo con sus aide-de-camp o una caminata con el Canciller o el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores. El Vorträge era a las 12, no demasiado largo, porque a la una se almorzaba.

El Stadtschloss de Berlin. La primeras construcciones aparecieron a inicios del siglo XIII, pero el aspecto definitivo se lo dio Friedrich I a inicios del siglo XVIII. Sede de los Hohenzollern durante siglos, el edificio sufrió intensos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y fue dinamitado en 1950 por el gobierno comunista. FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II tampoco demostraba mucho interés por la comida, pero a diferencia de su abuelo hablaba profusamente. Luego otro paseo, generalmente con su esposa y una siesta de una o dos horas. Por la tarde el Káiser concedía audiencias, iba a los museos o a los ateliers de artistas famosos, hacia visitas de cortesía, etc. Si había tiempo continuaba el trabajo de la mañana. Hacia las 8 se cenaba y luego había teatro o tertulia con invitados que casi siempre se alargaba hasta la 1 de la madrugada.

Este intenso horario se seguía, no obstante, apenas tres o cuatro meses al año, cuando el káiser residía en Berlín o en Potsdam. El resto del tiempo lo pasaba viajando. Hacia 1888, Guillermo II pasaba el 65% del año entre Berlín o Potsdam. En 1894, estableció la organización del año que duraría hasta la guerra y en la que la estancia en Berlín o Potsdam se redujo al 40%.

La vida cortesana en el invierno

Vortragszimmer (sala de reuniones) de los aposentos del Káiser. FOTO: NOCHES BLANCAS

El Día de Año Nuevo, la Familia Imperial se trasladaba a Berlín para el inicio de la temporada. Bailes, ópera, exposiciones y algún que otro desfile ocupaban la mayor parte de la vida social de enero, en el que Guillermo II raramente dejaba la capital. En febrero, no obstante, había una breve excursión: una semana de retiro en el pabellón de caza de Hubertusstock. Marzo empezaba con una visita de dos o tres días a Wilhelmshaven donde el káiser tomaba juramento a los cadetes de la Kaiserliche Marine.

Primavera griega

La última mitad de marzo y casi todo el abril se dedicaban a viajes por el Mediterráneo o Italia y, a partir de 1907, a una prolongada estancia en la isla griega de Corfú.

En 1907, el káiser había adquirido en Corfú el Achilleion, el encantador palacio que la emperatriz Sisi había mandado construir de 1888 a 1891 y que no se había utilizado desde su asesinato en 1898. La adquisición del palacio costó la considerable suma de 600.000 marcos y el mantenimiento anual ascendía a 50.000 marcos. Asimismo debían sumarse lo gastos de viaje de casi cien criados, miembros del séquito e invitados además de cinco automóviles.

En 1907, el Káiser había adquirido en Corfú el Achilleion, el encantador palacio que la emperatriz Sisi había mandado construir de 1888 a 1891 y que no se había utilizado desde su asesinato en 1898. FOTO: NOCHES BLANCAS

La compra del palacio fue considerada un despilfarro por Wilhelm von Wedel, ministro de la Casa Real, que dimitió poco después. Pero Guillermo II reposaba en Corfú, disfrutaba de la belleza natural de la isla, de un ambiente distendido y de las excavaciones arqueológicas, que le apasionaban. Los historiadores han calificado Corfú como «el Sanssouci de Guillermo II».

A finales de abril, Guillermo II solía visitar las provincias de Alsacia y Lorena, anexadas al Imperio tras la Guerra Franco-prusiana. El emperador seguía con mucho interés la reconstrucción del castillo de Hohkönigsburg, versión idealizada del pasado alemán de la región, que no se incorporó a Francia hasta el reinado de Louis XIV.

En Estrasburgo, el káiser no se alojaba en la tradicional residencia de los soberanos franceses, el Palais Rohan, sino en un nuevo palacio imperial construido a partir de 1883.

Mayo empezaba con una estancia del káiser en la ciudad balneario de Wiesbaden, donde disfrutaba del teatro y del casino. Durante la primera mitad del mes se sucedían visitas a Hallenburg, la residencia de su amigo el conde Emil von Schlitz, reputado escultor; y finalmente al extremo este del Imperio, en la Prusia Oriental, al pabellón de caza de Prökelwitz, propiedad del príncipe de Dohna.

El desfile de primavera en los jardines del Stadtschloss de Potsdam. FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II volvía Berlín a mediados de mayo, justo a tiempo para asistir al desfile militar de primavera (Frühjahrsparade) en el Stadtschloss de Potsdam y establecer su residencia oficial en el cercano Neues Palais de Sanssouci.

El opulento Neues Palais en el límite del parque de Sanssouci había sido construido a finales del reinado de Friedrich II el Grande como muestra del poderío prusiano, pero apenas había tenido un uso regular hasta que, en 1864, los padres del Guillermo II, Fiedrich y Vicky, en instalaron en él para pasar la primavera. Uso retomado por su hijo.

Relax de verano en el mar

A principios de junio el káiser volvía a partir, pero esta vez hacia el norte, para asistir a la Kiel Woche, la célebre semana de regatas celebrada en Kiel. Allí se reunían a principios de junio, desde que en 1882 se inaugurara el certamen, aristócratas y ricos industriales, muchos de ellos británicos y americanos, para ver y ser vistos. Durante su estancia en la ciudad, el soberano residía en el recogido castillo en el corazón del casco histórico, lugar de nacimiento del zar Pedro III de Rusia.

La Kiel Woche, que había sido promovida por el amigo de Guillermo II, el empresario naviero de origen judío Albert Ballin, se inspiraba en la Cowes Week y encajaba perfectamente con la personalidad del emperador, pues satisfacía a la vez su pasión por el mar y su admiración-envidia hacia el mundo anglo-sajón.

El Hohenzollern, botado en 1892. Era el mayor yate del mundo después del del zar ruso. FOTO: NOCHES BLANCAS

El propio Káiser competía a bordo de su yate de vela, el Meteor, aunque rara vez ganaba y las malas lenguas decían se mareaba. En 1914, Guillermo II había gastado más de 6 millones de marcos de su fortuna personal en las regatas, pero no había conseguido que la aristocracia prusiana (más terrateniente que navegante) dejara de considerar la Kiel Woche como un evento eminentemente burgués.

Una vez pasada la semana de regatas, toda la familia imperial se instalaba en el coqueto castillo de Bad Homburg, una pequeña ciudad balnearia. Allí era frecuente que el káiser recibiera visitas de la realeza extranjera, en especial de su tío el príncipe de Gales, luego Eduardo VII. Ambos tenían una relación bastante difícil. El mes de julio estaba dedicado casi exclusivamente a la Nordlandreise, el crucero por los fiordos noruegos a bordo del yate imperial Hohenzollern, tradición empezada en 1889 y que también seguía al zar Nicolás II a bordo de su yate Standart.

El crucero estaba destinado a relajar los nervios del káiser y alejarlo de la política y de la etiqueta de la corte, su familia casi nunca lo acompañaba, solía pasar el mes de julio en el pequeño palacete de Cadinen, cerca de la costa báltica. Sin embargo, Guillermo II acostumbraba a terminar el crucero más nervioso que al principio y el séquito acababa necesitando unas vacaciones para recuperarse de las vacaciones.

Después del crucero, el káiser no volvía a Potsdam. Hasta 1895 dedicaba buena parte del mes de agosto a visitar a sus parientes ingleses y sobre todo a asistir a la Cowes Week (equivalente y antecesora de la Kiel Woche) donde la rivalidad entre el káiser y el príncipe de Gales estaba a la orden del día.

Después de 1895, Guillermo II pasaba junto con su creciente familia casi todo el mes de agosto en el castillo de Wilhelmshöhe, encantadora residencia rodeada de un amplio parque a las afueras de Kassel. Del amplio parque de la residencia, solo una pequeña parte era cerrada al público durante las estancias de la Familia Imperial.

Pompa militar en otoño

El káiser con su primo, Jorge V de Inglaterra.

La Familia Imperial dejaba Wilhelmshöhe justo a tiempo para asistir al gran desfile militar de Tempelhof en Berlín a inicios de setiembre. Después seguían otras muchas maniobras militares y desfiles que duraban hasta mediados de mes. Cuando terminaban, el Káiser se dirigía a sus pabellones de caza de Rominten o Cadinen en la Prusia Oriental, lugares en los que descansaba especialmente. Los ministros tenían que hacer, pues, un largo viaje para preparar los presupuestos y el programa de construcción de la Kaiserliche Marine, que por lo general siempre se decidían en Rominten. A mediados de octubre Wilhelm II volvía a estar en Potsdam.

En noviembre volvía a partir, primero al castillo de Liebenberg, propiedad de su mejor amigo el príncipe de Eulenburg y, después de su caída en desgracia en 1906 a Donaueschingen, mansión de príncipe de Fürstenberg. Luego llegaba la época de las cacerías de la corte, inmensos eventos con más de treinta invitados celebradas en los cotos de caza de la corona (Letzlingen, Göhrde, Springe y Königswusterhausen). Y finalmente las visitas (también con temática cinegética) a los riquísimos nobles de Silesia en sus inmensas propiedades, como al conde von Donnersmarck en Neudeck, al príncipe de Hohenlohe y duque de Ujest en Slawentzitz o al príncipe de Pless en Pless.

La segunda semana de diciembre el Káiser volvía a estar en el Neues Palais de Potsdam donde cada año se celebraba la Navidad con la familia. Seis días después se partía hacia Berlín y el ciclo volvía a empezar.

La de Guillermo II fue una corte itinerante

Los emperadores con su única hija, Victoria Luisa.

A lo largo de su vida, el emperador Guillermo II habitó algunos otros palacios que también merece la pena destacar, aunque estos no formaran parte del devenir regular de la corte.

En el extremo este de Alemania, se encontraba probablemente el más simbólico de todos, el castillo de Königsberg (actualmente Rusia), tradicional lugar de coronación de los soberanos prusianos. El castillo era una mezcolanza de estilos dispares situada encima de una colina y aunque Guillermo II lo visitó en alguna ocasión, nunca fue coronado allí, siendo el segundo rey de Prusia (después de su padre) en no hacerlo.

No lejos de Königsberg, cerca de Danzig se erigía el castillo de Marienburg (actual Polonia), sede de la antigua Orden de los Teutones y que Guillermo II mandó restaurar como emblema de la pétrea frontera este del Imperio, del mismo modo que Hohkönigsburg lo era de la frontera oeste. La pareja imperial lo visitó en 1902 y para ellos se re-amueblaron suntuosamente los antiguos aposentos del Gran Maestre.

También al Este, cabría destacar el Palacio Imperial o Residenzschloss de Posen (actual Polonia). Un inmenso palacio en medio de Posen construido entre 1901 y 1908 en un estilo también claramente teutón. A pesar de su aspecto, el edificio tenía lo último en confort moderno y podía alojar cómodamente a la Familia Imperial durante sus visitas a las ciudad.

Al sureste, cerca de Bohemia se encontraba las ciudad de Breslau (actual Polonia), una de las cuatro “capitales” de Prusia junto con Berlín, Postdam y la ya citada Königsberg. Allí también se erigía una residencia real (por depender del rey de Prusia y no del emperador de Alemania) empezada a edificar por Federico II el Grande. Al oeste del Imperio se encontraban otros dos castillos emblemáticos: el castillo de Stolzenfels (1826-1842, cerca de Coblenza) y el Burg Hohenzollern (1850-1867, cerca del Lago de Constanza). Ambos se edificaron como monumentos románticos a la dinastía y, por lo tanto, raramente fueron usados como residencia.

En Coblenza se situaba otro Residenzschloss, un enorme edificio neoclásico edificado para el príncipe-elector de Tréveris a finales del siglo XVIII. Recibió las visitas del soberano y su familia en más de una ocasión. Cerca de Bonn, en Brühl, se erigía el coqueto y delicioso palacio rococó de Augustusburg, en origen construido por el príncipe-elector de Colonia. En él se alojaron el emperador y la emperatriz en 1897 y en 1908 fue electrificado y dotado de nuevas instalaciones sanitarias.

Igualmente coqueto y rococó era Benrath, cerca de Düsseldorf, cedido en 1911 al ayuntamiento. En el centro de Hannover, había el Leineschloss, antiguo palacio de los reyes de Hannover hasta su incorporación a Prusia en 1866. El suntuoso palacio de la derrocada dinastía precedente recibió publicitadas y espectaculares visitas imperiales en 1889, 1898, 1907 y 1913.

Para terminar, no deberíamos olvidar que como emperador, Guillermo II disponía de aposentos reservados en las residencias de otros reyes y príncipes del Imperio, ya fuera en el palacio real de Dresde, la Residenz de Múnich o el castillo granducal de Schwerin.

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