Experta: “La sociedad japonesa está dejando de cuestionarse la Casa Imperial como sistema”


La socióloga Minashita Kiryū analizó el porvenir de la familia imperial y los posible escenarios de la cuestión sucesoria.

Experta: “La sociedad japonesa está dejando de cuestionarse la Casa Imperial como sistema”

La socióloga Minashita Kiryū analizó el porvenir de la familia imperial desde el prisma emocional de los japoneses y los posible escenarios de la cuestión sucesoria.

Por Itakura Kimie (Nippon.com)

Después del reinado de 30 años del emperador Akihito, que “humanizó” la monarquía japonesa, y con el inicio de la Era Reiwa con el emperador Naruhito, Japón está “dejando de cuestionarse la Casa Imperial como sistema” y “cada vez hay menos interés en plantearse la institución en esos términos”, según explicó la socióloga nipona Minashita Kiryū en una entrevista en la que analizó el comportamiento y las expectativas de la monarquía japonesa. Reconoce, sin embargo, que ahora la familia imperial se ve sometida a otro tipo de cuestionamientos y a un “severo escrutinio” popular en lo que respecta a su comportamiento personal: “El pueblo quiere que se comporten con refinamiento, se casen con personas refinadas y creen hogares refinados”.

La especialista, profesora de la Universidad Kokugakuin, se refirió además a la polémica propuesta del gobierno japonés de restituir el rango imperial a las ramas familias masculinas que se excluyeron tras la guerra: “Cuesta creer que personas que se separaron del linaje hace más de setenta años puedan garantizar la conservación de la cultura tradicional auténtica del imperio”, opinó. “El emperador debe conocer una amplia variedad de ritos y los príncipes comienzan su aprendizaje desde la infancia, y además, el pueblo siente un vínculo emocional de cariño y respeto con la pareja imperial”.

“Me pregunto si los japoneses seguirían reconociendo el simbolismo permanente de la Casa Imperial al incluir en la línea sucesoria a esos nuevos miembros”, agregó. Por otra parte en la entrevista concedida al portal Nippon, Minashita cree que la responsabilidad que tiene la familia imperial sobre perpetuar el linaje será “muy difícil” de cumplir: “Para empezar, garantizar la sucesión masculina ininterrumpida del trono requeriría volver a instaurar el sistema premoderno de la poliginia, ya que la tasa de fertilidad media de las mujeres no permite mantener una línea directa de descendencia. De lo contrario, el número de herederos terminaría siendo insuficiente”.

P: ¿Qué impresiones le causó el cambio de era, comparado con el paso de la era Shōwa (1926-1989) a la era Heisei (1989-2019)?

R: El cambio de época que tuvo lugar al fallecer el emperador Hirohito, cuyo reinado se basaba en el sistema issei ichigen (un nombre de era por emperador), se realizó de forma solemne, con todo Japón apenado por su desaparición. En aquella ocasión, las mujeres de la Familia Imperial asistieron al Chōken no gi con el rostro cubierto por un velo negro en señal de duelo, mientras que esta vez lo hicieron destacando por su colorido atuendo. También llamó la atención el aspecto de los miembros de la familia, que participaron en silla de ruedas y apoyándose en un bastón, inspirando una imagen general de envejecimiento.

P: Da la impresión de que la cobertura mediática y la opinión pública en torno a la emperatriz Masako cambiaron ligeramente en estos últimos tiempos.

R: Hubo una época en que la indisposición de salud de la entonces princesa Masako para cumplir sus obligaciones oficiales se veía con escepticismo y crítica, mientras que ahora su figura goza de un tratamiento mediático favorable y pacífico. Con todo, su alteza atiende a sus obligaciones a pesar de seguir sufriendo problemas de salud. Creo que la influencia de las redes sociales y la evolución de los medios de comunicación tuvieron un papel muy importante en este cambio. Ahora que todos podemos expresar nuestras opiniones personales, los medios perdieron su credibilidad indiscutida y pasaron a ser más receptivos con la opinión pública.

P: Los medios no hacen hincapié en el debate que cuestiona el sistema imperial, pero sí insistieron mucho en temas como el vestuario de las mujeres de la Familia Imperial o las lágrimas que derramó la emperatriz Masako durante la interpretación de Kokumin Saiten (La celebración del pueblo) y el desfile.

R: Cuando falleció el emperador Hirohito y terminó la era Shōwa, hubo programas televisivos y periódicos que pusieron en duda la vigencia del sistema imperial, así como el papel que desempeñó en la Segunda Guerra Mundial. El hecho de que en aquel entonces hubiera mucha más gente que vivió la guerra que ahora fue un factor decisivo. Por otro lado, a finales de los ochenta Japón se encaminaba hacia la burbuja financiera, y el auge económico brindaba la tranquilidad necesaria para cuestionarse seriamente el sistema imperial. Hoy en día, sin embargo, seguimos intentando superar las “dos décadas perdidas”, el envejecimiento demográfico tiene a la mayoría de japoneses preocupados por el futuro (en especial sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones) y la vida de los ciudadanos es cada vez más gris. Creo que existe un deseo subconsciente de vivir experiencias positivas, aunque sean efímeras; de ahí ese ambiente de “no agüemos la fiesta” y esa voluntad de conservar el humor festivo.

La pareja imperial como ideal de la familia moderna

P: ¿Cambió con los tiempos la relación entre los medios de comunicación y la Casa Imperial?

R: Lo que simboliza la Casa Imperial fue cambiando con la evolución de los medios. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el medio que conectaba a la Familia Imperial —y, en especial, al emperador y la emperatriz— con el pueblo llano era la fotografía oficial que colgaba de las paredes de las escuelas y otros lugares públicos. Bajo la Constitución patriarcal de la era Meiji, el emperador reinaba sobre el país como una gigantesca figura paterna. El emperador Hirohito no se dejó ver mucho junto a su consorte ni siquiera después de la guerra.

Por el contrario, el emperador Akihito y la emperatriz Michiko, cuyo desfile nupcial en 1959 contribuyó a la difusión de la televisión en Japón, representaron a la familia moderna en la nueva era democrática. En el periodo del crecimiento económico acelerado de los años sesenta, cuando proliferaron los complejos de vivienda pública y cada vez más familias compraban vivienda en las afueras, resultó especialmente simbólica la visita de los emperadores al complejo de vivienda pública Hibarigaoka, construido en 1960 en el barrio tokiota de Kitatama. No es ninguna exageración afirmar que el emperador emérito Akihito y la emperatriz emérita Michiko fueron quienes crearon la imagen de familia moderna ideal que ahora representa la Familia Imperial. La emperatriz emérita, que salió en los medios mostrando cómo criaba a sus hijos —algo impensable en tiempos anteriores— contribuyó especialmente a construir esta imagen.

El nuevo sistema imperial que esbozó la Constitución de la posguerra, que situaba al emperador como símbolo del Estado, tenía un carácter muy abstracto y a los ciudadanos les resultó extremadamente difícil asumirlo desde el plano emocional. A pesar de ello, el emperador Akihito y la emperatriz Michiko, ya desde su etapa como príncipes, realizaron un esfuerzo encomiable para lograr el cariño y el respeto del pueblo. La cobertura televisiva de la Casa Imperial fue clave en el proceso de crear ese simbolismo cargado de emoción para los japoneses.

P: Juzgando por el cotilleo presente en las redes sociales y las revistas del corazón sobre los problemas de la Casa de Akishino, da la sensación de que el pueblo japonés alberga una visión de la Familia Imperial todavía más emocional que antes.

R: Eso sucede por dos motivos. El primero es, como ya he mencionado antes, que en la sociedad japonesa está dejando de cuestionarse la Casa Imperial como sistema; cada vez hay menos interés en plantearse la institución en esos términos. El segundo es que, en la era de internet, los medios de comunicación se han vuelto más receptivos con los sentimientos de la ciudadanía. El efecto sinérgico de estos dos factores ha provocado que el tratamiento mediático se centre solo en temas emocionales.

En cierto sentido, además, a los medios les resulta más fácil meterse con personalidades que despiertan el interés emocional de los ciudadanos. Son buenos ejemplos de ello la manipulación del antagonismo entre la emperatriz Masako y la princesa Kiko o los problemas de la Casa de Akishino. Hay medios que critican duramente al príncipe heredero Fumihito y abundan los artículos sobre sus dos hijas; la mayor, por el escándalo relacionado con las deudas de la familia de su prometido, y la pequeña, por su afición por el baile hip-hop, entre otras cosas.

Tras este tratamiento mediático está el descontento porque la Familia Imperial no cumple con sus obligaciones como realeza. El pueblo quiere que se comporten con refinamiento, se casen con personas refinadas y creen hogares refinados. El alboroto por la boda de la princesa Mako surgió seguramente porque no se adapta a esas expectativas. Por otro lado, la sociedad es implacable con las madres que “fracasan” en la crianza de sus hijos, motivo por el cual la princesa Kiko es sometida a un severo escrutinio. En las familias corrientes, si el matrimonio tiene dos hijas que al crecer devienen adultas respetables y un hijo adorable, no reciben quejas. Sin embargo, la mayoría de las personas ven a la Casa Imperial como una entidad oficial, por lo que no admiten que sus miembros se salgan de los cánones establecidos y, cuando esto sucede, los critican duramente desde la emoción.

La preferencia por los hijos varones de los hombres de la Familia Imperial

P: Las encuestas de opinión pública revelan que una mayoría de los japoneses creen que “no es necesario” limitar la sucesión del trono a los hombres. ¿Qué opina usted del problema de la sucesión?

R: El pueblo espera que la Familia Imperial y el emperador desempeñen tres roles: la sucesión del linaje sanguíneo imperial, la continuidad de la cultura tradicional y la consolidación de un simbolismo permanente por parte de la Casa Imperial (de la unión del pueblo). Pero resulta muy difícil que estos tres objetivos se cumplan a la vez. Para empezar, garantizar la sucesión masculina ininterrumpida del trono requeriría volver a instaurar el sistema premoderno de la poliginia, ya que la tasa de fertilidad media de las mujeres no permite mantener una línea directa de descendencia. De lo contrario, el número de herederos terminaría siendo insuficiente.

En cuanto a la propuesta de volver a incluir en la realeza ramas imperiales masculinas que se excluyeron tras la guerra, cuesta creer que personas que se separaron del linaje hace más de setenta años puedan garantizar la conservación de la cultura tradicional auténtica del imperio. El emperador debe conocer una amplia variedad de ritos y los príncipes comienzan su aprendizaje desde la infancia. Además, el pueblo siente un vínculo emocional de cariño y respeto con la pareja imperial. Me pregunto si los japoneses seguirían reconociendo el simbolismo permanente de la Casa Imperial al incluir en la línea sucesoria a esos nuevos miembros. Es muy probable que cambiase su visión de esos ritos ancestrales que incumben a las esferas nobles y que perviven al paso de los siglos sin guardar relación alguna con el pueblo llano. El sistema imperial terminaría perdiendo su conexión con la vida cotidiana de la ciudadanía, y creo que eso significaría la banalización del simbolismo del imperio.

Opino que la propuesta del ex primer ministro Koizumi de incluir a las mujeres en la línea sucesoria era la opción idónea para satisfacer las expectativas del pueblo respecto al papel de la Casa Imperial que mencionaba arriba. Al quedar desestimada, los políticos esquivan la cuestión a toda costa, porque se trata de un problema gravísimo que divide la opinión pública en dos e incluso amenaza con fraccionar ideológicamente al Partido Liberal Democrático. La oposición tampoco entrará a discutir sobre el tema a menos que le permita ganar votos. Nadie está dispuesto a asumir la responsabilidad de abrir la caja de los truenos.

El nuevo símbolo de la familia en la era Reiwa

P: ¿Qué pueden llegar a simbolizar para el pueblo el emperador Naruhito y la emperatriz Masako?

R: La era Heisei fueron treinta años en los que abundaron los desastres naturales, con el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, el Gran Terremoto del Este de Japón y los supertifones. El emperador Akihito y la emperatriz Michiko se ganaron el corazón de las víctimas de estos desastres con sus constantes visitas a las zonas damnificadas. Las quejas de la población por los cortes de luz programados después del Gran Terremoto del Este de Japón se acallaron cuando se anunció que los propios emperadores colaboraban motu proprio en el ahorro energético. Esa anécdota me confirmó el importante papel simbólico de la unión del pueblo que la Casa Imperial desempeña para los japoneses.

Con el rito del Chōken no gi que tuvo lugar al estrenar la nueva era, el emperador demostró su intención de continuar con el legado de Akihito como símbolo nacional y de actuar en pos del pueblo. Sin embargo, creo que es mejor que los nuevos emperadores no se empeñen en mantener la imagen de “superhumanos” de los ahora emperadores eméritos. Al igual que el paso de la era Shōwa a la era Heisei marcó la transición entre la sociedad patriarcal y la democrática, cuando el emperador Naruhito y la emperatriz Masako se casaron, la mayoría de los japoneses esperaban que la emperatriz siguiera con su carrera profesional y se formase así un nuevo modelo de Familia Imperial con un matrimonio potente en que ambos cónyuges trabajasen. No obstante, vistas las lamentables críticas que cayeron especialmente sobre la emperatriz (entonces, princesa), de quien quedó la impresión de que no era capaz de soportar el peso de la tradición y el rancio abolengo imperial, creo que los emperadores no deben forzarse a seguir los pasos de sus antecesores. En mi opinión, lo mejor será que la pareja cree un nuevo simbolismo para la Casa Imperial y para la familia.

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