Amadas, impopulares, despreciadas y desconocidas: cinco reinas de Suecia que hicieron historia


Estas son las historias de Désirée, Josefina, Sofía, Victoria y Luisa, las mujeres que fueron esposas de los reyes de la dinastía Bernadotte. En los últimos 200 años, desde el nacimiento de la familia Bernadotte como familia real, además de la actual, Silvia, Suecia tuvo cinco reinas consortes que lograron hacerse un lugar en la…

Amadas, impopulares, despreciadas y desconocidas: cinco reinas de Suecia que hicieron historia

Estas son las historias de Désirée, Josefina, Sofía, Victoria y Luisa, las mujeres que fueron esposas de los reyes de la dinastía Bernadotte.

En los últimos 200 años, desde el nacimiento de la familia Bernadotte como familia real, además de la actual, Silvia, Suecia tuvo cinco reinas consortes que lograron hacerse un lugar en la historia.

La primera de ellas fue la breve y atractiva reina Désirée (1777-1860), la esposa de Carlos XIV. Hija de un rico comerciante de seda de Marsella, François Clary y de su mujer Françoise Somis, y cuñada de José Bonaparte, Désirée se comprometió matrimonialmente con Napoleón Bonaparte, en 1795 pero tras el encuentro y poderoso flechazo de Napoleón con la distinguida Josefina de Beauharnais.

La reina detestaba su reino escandinavo. Una vez que conoció este helado país, volvió a su amada Francia, desde donde solía prometer que pronto volvería.

La reina viuda Hedvig (última de la anterior dinastía) dijo que inmediatamente se dio cuenta de que Désirée nunca sería feliz en Suecia: «Es amable y de buen carácter, pero parece ser una niña mimada. Se aburre en Suecia, donde ni el clima ni la sociedad son de su gusto, donde carece de su entorno anterior y de sus placeres, aunque todo se hace para complacerla. (…) Todo lo que no es francés no le gusta».

El rey Carlos Juan estaba “desesperado” y «realmente merecía un amante, una esposa más comprensiva y representativa», escribió la reina en su diario. Año tras año, Désirée hacía vagas promesas de regresar a Estocolmo, pero siempre hallaba una buena excusa para no hacerlo, y ni siquiera se presentó a su coronación en 1818. Sin embargo, un día volvió, para sorpresa de todos, llamada por los celos: tenía miedo de que su nuera le quitara el protagonismo.

La siguiente reina de los suecos fue, casualmente, Josefina de Leuchtenberg (1807-1876), nieta de aquella Josefina de Beuharnais que le había arrebatado el prometido a Désirée. Se casó con el príncipe heredero Oscar de Suecia y Noruega en Múnich en 1823 y seis días después de su llegada a Suecia tuvo que renunciar a su tercer nombre, Napoléona, debido a que Suecia se había alineado en el bando contrario a Napoleón durante las guerras de éste en Europa.

Entre las actividades de Josefina como reina se encontraban las obras de caridad, el gusto por la pintura y la promoción de las reformas propuestas por su marido. Era católica, y aunque consintió educar a sus hijos en la religión luterana, también luchó por la libertad religiosa, que fue permitida en 1860. En su vida privada, padeció la infidelidad de Óscar, quien encontró una amante en la actriz Emilie Högqvist.

Josefina de Leuchtenberg, esposa de Oscar I.

La reina que admiraba a Alemania

Sofía de Nassau (1836-1913), descendiente de grandes monarcas de otros tiempos, provenía de la antiquísima casa ducal de Nassau, de 900 años de historia, que había brindado regentes a Holanda, Inglaterra y Luxemburgo. Delicadamente educada, se casó en 1857 con el futuro Carlos XV de Suecia.

A la llegada de Sofía a la corte, la familia real sueca pasaba por un momento difícil: el rey Oscar I se encontraba muy enfermo y el gobierno era encabezado por el príncipe heredero Carlos. Sofía hizo amistad con su cuñada, la princesa Luisa, y fue su apoyo tras el fallecimiento de su único hijo varón en 1854 y la imposibilidad de tener más hijos.

Sofía de Nassau, consorte de Carlos XV.

Sofía cobró popularidad cuando decidió educar a sus hijos en una escuela privada, junto con niños hijos de ciudadanos comunes. Se mudó de Estocolmo ante los rumores de la infidelidad de Óscar. La duquesa padecía de una salud bastante débil, que fue empeorando con los años. Tenía anemia, padecía de constantes calambres, malestares óseos y coronarios. Murió en Estocolmo en 1913

Sofía de Nassau no se mostró muy de acuerdo cuando se eligió a Victoria de Baden como la prometida de su hijo mayor, el heredero Gustavo (Futuro Gustavo V), y, tras la boda y la llegada de Victoria a palacio, las relaciones entre Sofía y la nueva princesa nunca fueron buenas. Y es que Victoria de Baden, su sucesora como reina, esposa de Gustavo V, no era una mujer fácil de tratar. Victoria descendía de Gustavo Vasa, lo que aportó una buena dosis de sangre real sueca y legitimidad a la dinastía francesa de los Bernadotte.

Victoria de Baden, esposa de Gustavo V.

Victoria llegó a Estocolmo a finales de septiembre de 1881 como princesa heredera de Suecia y Noruega. Era orgullosa de su origen alemán y de su educación prusiana; poseía un fuerte temperamento. No faltaron algunas tensiones entre la nueva princesa y la familia real sueca. En la coyuntura donde la monarquía sueca perdía poder político y su cuñado renunciaba a sus derechos dinásticos por casarse con una plebeya, Victoria opinaba que la dignidad real era otorgada por Dios y ningún poder mundano podía arrebatarla o renunciar a ella.

La reina Victoria fue impopular entre un importante sector del los suecos, por su abierta política a favor de Alemania, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial. Se habló de que la reina ejercía una fuerte influencia en la política exterior de su marido, y que sus pretensiones eran promover una eventual alianza militar entre Suecia y Alemania. Realizó viajes a su tierra natal en plena guerra, lo que fue criticado por la prensa de Suecia, argumentando que la soberana se sentía más alemana que sueca. Tras la revolución de 1918, Victoria abandonó Alemania.

La primera esposa de Gustavo VI, Margarita de Inglaterra, murió antes de ser reina.

Sin embargo, se le reconoce la fortaleza de su personalidad, que le permitió soportar las más adversas situaciones. Su salud se hallaba quebrantada desde su juventud y sus embarazos fueron de alto riesgo. Durante ellos fue sometida a tratamientos con medicamentos bastante perniciosos, como el mercurio. Su hijo menor, el príncipe Erik, sufrió una débil salud durante toda su vida, quizás debido al tratamiento que su madre recibió durante el embarazo, y falleció de gripe española en edad temprana en 1918.

Mujer con un gran talento artístico, aficionada a la pintura, a la fotografía y al piano, Victoria produjo una extensa obra pictórica y fotográfica. Su trabajo fotográfico fue de gran calidad, y experimentó todas las técnicas de su tiempo.Desde su infancia tuvo una excelente educación musical, y fue una gran pianista; interpretaba completa El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner sin necesidad de leer las notas. También dedicó una parte de su vida a obras de beneficencia en Suecia, Alemania e Italia. Además de Roma, vivió en Baden-Baden y Mainau.

Lady Louise Mountbatten, segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, la última británica que fue reina de un país europeo.

A finales de la década de 1920 su salud empeoró y tuvo que permanecer en Italia todo el tiempo. La última vez que estuvo en Suecia fue con motivo del 70 aniversario de su esposo en 1928, y murió dos años después, en Villa Svezia (Villa Suecia), su hogar en Roma.

Las británicas, las mejores reinas

La princesa germanobritánica Sibilla de Sajonia-Coburgo no fue reina a causa de la muerte trágica de su esposo.

Durante dos décadas, Suecia no tuvo una reina. Hasta que murió Gustavo V los Suecos no vieron ninguna mujer al lado del monarca, pero esa suerte se rompió cuando Gustavo VI Adolfo subió al trono acompañado por la reina Luisa. Los suecos supieron con el tiempo que las británicas suelen ser las mejores reinas.

Lady Luisa Mountbatten (1889-1965), bisnieta de la reina Victoria de Inglaterra, fue la segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, viudo de otra princesa británica, Margarita de Connaught.

La princesa Ingrid de Suecia fue reina consorte de Dinamarca y una de las reinas más populares de ese país.

Su padre, el príncipe Luis de Battenberg, sirvió a Inglaterra en su Armada Real, pero su nombre y apellido eran alemanes, había nacido en la enemiga Alemania, hablaba con acento alemán, empleaba sirvientes alemanes y tenía vastas propiedades en el imperio alemán, por lo cual, con el paso del tiempo, se convirtió en una persona no grata en suelo británico. El rey Jorge V de Inglaterra convirtió a los padres de Luisa, Luis de Battenberg y  Victoria de Hesse, en Lord y Lady Mountbatten, Marqueses de Milford Haven.

Gustavo Adolfo y Luisa no tuvieron hijos, pero ella fue muy cariñosa con los nietos de su esposo, cuya madre murió cuando eran muy pequeños. Como reina, Luisa fue muy popular entre los ciudadanos suecos por su carácter sencillo y su sentido del humor. Tenía ciertas costumbres excéntricas, como llevar a sus muchos perros (a quienes nombró, por ejemplo, “Conde de Gripsholm” o “Señor Olsson”) escondidos en su ropa cuando viajaba al extranjero, lo que provocaba tediosos problemas en las aduanas. Era muy nerviosa, y atravesaba las calles con tal descuido, que una vez estuvo apunto de ser atropellada por un autobús en Londres.

Ella misma decía que guardaba en su bolso de mano una tarjeta con la leyenda “Soy la reina de Suecia”, para que en el caso de tener un accidente supieran quién era. Cuando su hermano, Louis Mountbatten, le preguntó por qué tenía aquella tarjeta en su bolso, ella dijo: “Bueno, si yo soy atropellada en una calle, nadie sabría quien soy, así que si buscan en mi bolso, la encontrarán”.

Al igual que su marido, la reina pasaba por las calles de Estocolmo y realizaba compras repentinas en el barrio antiguo de la ciudad, tratando con los ciudadanos. Ella y el rey salían del Palacio Real a recorrer las calles, sin la presencia de ningún guardaespaldas o alguna persona de la guardia real.Murió en 1965, ocho años antes que su esposa, y fue la última reina de sangre real que tuvo Suecia.

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