Hace 48 años: murió Gustavo VI Adolfo de Suecia, el rey más longevo de su época


El anciano abuelo tenía 67 años cuando se convirtió en rey y reinó hasta su muerte a los 91 años. Fue sucedido por su nieto Carlos XVI Gustavo, quien a sus 27 años se convirtió en el rey más joven del mundo.

Hace 48 años: murió Gustavo VI Adolfo de Suecia, el rey más longevo de su época

Gustavo VI Adolfo, fallecido el 15 de septiembre de 1972, fue el monarca que emparentó a la dinastía proveniente de Francia con los descendientes de Christian IX de Dinamarca y Victoria de Inglaterra, “el suegro y la abuela de Europa”. Era conocido como el duque de Västergottland cuando fue proclamado Rey de Suecia y prestó juramento comprometiéndose a “respetar la Constitución y gobernar como un rey justo y bondadoso para el pueblo sueco”.

Gustavo VI Adolfo subió al trono a los 67 años, una edad en la cual la mayoría de los suecos estaba jubilado. Pero el anciano monarca estaba firmemente decidido a cumplir con las grandes tareas que reclama su misión. “El deber ante todo”, fue el lema de su reinado. Pese a su edad se convirtió en un rey afable y de extraordinarias condiciones.

En innumerables viajes había aprendido a conocer a su país y su gente. Su sed de conocimientos era famosa y tenía una memoria que rara vez le fallaba. Gustavo Adolfo, el sexto Bernadotte que ocupó el ancestral trono, nació el 11 de septiembre de 1882, mientras reinaba su abuelo, Oscar II, y parte de su infancia la pasó en el castillo que su familia poseía en la isla de Mainau, en Alemania, o en la residencia de su abuela, la reina Sofía de Nassau, el palacio de Ulriksdal.

Quiso estudiar a fondo muchas materias que consideraba importantes para su futuro “oficio”: ciencias políticas, economía, historia, ciencias militares… Era muy joven cuando ya sabía hablar inglés, francés y alemán, aparte del sueco. Se convirtió en uno de los mejores oradores de su reino, tras superar una recalcitrante timidez.

Él mismo componía sus discursos sencilla y claramente. Los hechos, las fisionomías y los nombres de las personas eran cosas que no les estaba permitido olvidar jamás. Tenía la costumbre de llevar en tarjetas un índice de los centenares de personas que se le presentaban, pero incluso al final de su vida, a pesar de su edad, era capaz de recordar el nombre de cualquier persona.

Realizó brillantes aportaciones en el campo humanístico como arqueólogo, coleccionista de arte chino y conocedor de arte. Su gran afición por la arqueología surgió cuando sólo tenía 16 años, cuando, paseando por los bosques de la finca real de Tullgarn, encontró fósiles de huesos humanos y algunas herramientas de la edad de los metales. Se convirtió en un “profesional”, marchó con diversas expediciones a Italia, Grecia y Chipre, a varios puntos del Levante, a Corea y a China, donde se dedicaba desde el amanecer a excavar pozos.

Su amor y pasión por la arqueología fue heredada por su nieta, la reina Margarita II de Dinamarca. Los principales arqueólogos de Europa lo tuvieron como uno de los suyos y por una autoridad respecto a monumentos etruscos de Italia y antiguas civilizaciones chipriotas. Fue, además, conocido como todo un profesional en materia de arte oriental, y todo un entendido en lo relacionado a objetos de jade, porcelana y bronce de la Era de Sung.

Gustavo VI Adolfo se despertaba muy temprano cada día, a las 7.30, y luego de desayunar una taza de té sencillamente en su cama y leer algunos periódicos suecos y el británico The Times, se trasladaba a su despacho, donde lo esperaba una montaña de memorandos, cartas, documentos ministeriales, y una agenda repleta de audiencias a funcionarios y personas de la sociedad sueca. Se informaba de todo lo acontecido reuniéndose periódicamente con multitud de políticos, sindicalistas, ministros, legisladores de toda rama política.

El Partido Social-demócrata era, y es, partidario de la abolición de la monarquía, pero realmente amaban la idea de tener al bondadoso Gustavo VI Adolfo desempeñándose de forma irreprochable en su empleo. Cierta vez en el curso de un agitado debate parlamentario en el cual se discutían las posibilidades de sustituir la monarquía por la república, uno de los más empecinados diputados republicanos (social-demócrata de extrema izquierda en su bancada), afirmó: “Si llegamos a la República, mi candidato a presidente sería el príncipe Gustavo Adolfo”.

La vida apacible y sencilla de Gustavo y la reina Luisa era justo lo que los habitantes de Suecia deseaban para sus reyes. Una vez por semana asistía al almuerzo del Rotary Club de Estocolmo y, para relajarse, se dedicaba a jugar al tenis, deporte que le enseñó su padre. Por la noche, junto a la reina Luisa cenaban sencillamente con sus amigos en la suntuosidad de aquel imponente palacio que habían trasformado en su cálido hogar.

Al final de su reinado, la vida del honesto Gustavo VI Adolfo se había convertido hacía tiempo en todo un símbolo para Suecia. El 15 de septiembre de 1973 el rey murió en un hospital de Helsinborg, como un simple ciudadano y rodeado de sus familiares más cercanos. Cuando su ataúd fue trasladado a Estocolmo, cientos de miles de enlutados súbditos, a lo largo de 600 kilómetros, se agolparon para rendirle su último homenaje. Su nieto, Carlos XVI Gustavo, que entonces tenía 27 años, le sucedió en el milenario trono.

Monarquias.com / DS

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