Hace 200 años: la coronación de Jorge IV, el rey menos amado de Gran Bretaña


El monarca más libertino de la Casa de Hannover fue coronado en la Abadía de Westminster hace 200 años, el 19 de julio de 1821.

Hace 200 años: la coronación de Jorge IV, el rey menos amado de Gran Bretaña

Entre 1820 y 1830, Gran Bretaña estuvo gobernada por el rey más impopular de su historia: Jorge IV. Había sido un príncipe notable por su amor al refinamiento, la elegancia y las artes, pero el paso de los años y los vicios convirtieron al príncipe amable y generoso en un viejo rey obeso y de apariencia ridícula. Fue coronado en la Abadía de Westminster hace 200 años, el 19 de julio de 1821, tras el extenso reinado de seis décadas de su padre, el amado Jorge III.

Para cuando Jorge IV se convirtió en rey, los ingleses no sentían ni amor ni respeto por él: los humildes comerciantes se reían de él en las calles y la alta sociedad se burlaba de él en las reuniones sociales. Desde su época de Príncipe de Gales («Prince of Wales») los caricaturistas lo apodaron «Prince of Whales» (Ballenas) a causa de su obesidad. The Times dijo una vez, lisa y llanamente, que Jorge IV era solo un bebedor compulsivo, malhablado y mujeriego que “siempre opta por una mujer y una botella en vez de una sesión política o un sermón” y que sólo es feliz mediante “la gula, el alcohol y el juego”.

Si bien no fue el más obeso personaje que ocupó el trono inglés – la reina Ana era tan gorda que tuvieron que llevarla en brazos durante su coronación porque no era capaz de aguantar su propio peso- sin duda ningún otro rey fue más aficionado a la comida y al alcohol que Jorge IV. Cuando se anunció la muerte de Jorge III, otro periódico, The Examiner, denominó al sucesor de la corona como un “incumplidor de su palabra, un libertino lleno de deudas”.

En su fantástica casa de vacaciones, el Royal Pavilion de Brighton, Jorge IV pasó su corto reinado en una combinación entre elegancia y miseria. En sus habitaciones sobrecalentadas e iluminadas con gas, desayunaba brandy y comía a todas horas. Eventualmente, quien fuera el príncipe más atractivo de Europa y paradigma de las modas, engordó demasiado para subir las escaleras y tuvo que dormir en la planta baja. Lamentablemente ni siquiera la muerte logró que se elogiara a este rey de apetito incontrolable y el Times salió a la calle al día siguiente de su funeral, en 1830, preguntándose: “¿Quién llorará por él? ¿Qué corazón habrá sentido alguna pena por este Leviatán de alto tonelaje llamado Jorge IV?”

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